El entorno digital fue el recurso más cercano que tuve a mi alcance en ese momento.
Tenía claro que existían maneras de generar ingresos utilizando únicamente un computador, conexión a internet y determinación.
Comencé con lo que ya conocía: Desarrollo web. Aprendí con rapidez, diseñé mis primeros sitios y decidí ofrecer mis servicios en Facebook Marketplace, como si se tratara de productos físicos.
Para mi sorpresa… ¡funcionó! Empecé a vender sitios web a todo tipo de negocios locales: ferreterías, panaderías, barberías… cualquier emprendimiento que necesitara presencia en internet.
Cada venta era una pequeña victoria. No tanto por el dinero, sino por la certeza de que podía generar mis propios ingresos sin depender de nadie.
Como en todo, las reglas cambiaron. Facebook actualizó sus políticas y, cada vez que publicaba mis servicios, eliminaban mis anuncios. La frustración fue grande… después de todo, era mi única fuente de ingresos en ese momento.
En lugar de rendirme, decidí ir un paso más allá. Fue así como descubrí y desarrollé una nueva habilidad: La publicidad digital.
Empece a aprender de Meta Ads, embudos de venta, automatización con inteligencia artificial y sistemas completos de ventas en línea. Al principio, lo aplicaba únicamente para impulsar mis propios sitios web, pero pronto comprendí que ese conocimiento podía transformar la realidad de otros negocios.
Dejé de limitarme a vender páginas web y pasé a ayudar a empresas a conseguir clientes de forma constante. Los resultados comenzaron a llegar: contratos más grandes, ingresos estables, mis primeras inversiones personales… y, sobre todo, la certeza de que esto apenas estaba empezando.
A los 19 años cumpli mi primer gran sueño, pude comprar mi primer apartamento. Un hito que no solo representaba un logro, sino la confirmación de que estaba haciendo las cosas bien y había tomado el camino correcto.